Creces en un ambiente estrictamente controlado por tus padres, o como en mi caso…por tu abuelos, te envían a clases de etiqueta y protocolo y refinamiento personal…no solo para que aprendas a comportarte en los estándares pautados por la sociedad; sino, para que sobresalgas en tu comportamiento y a tu abuela se le inflame el pecho por los comentarios de “buena formación” y las felicitaciones en su “buena crianza”
El ciclo de la vida continua, creces y te casas y tu abuela esta feliz por la formación que te brindó. Porque hasta en el momento que decidiste emigrar de esa isla pequeña, pero encantadora…se sintió segura de ti.
“Abuela, me voy…..si, me voy a Estados Unidos…en busca de buena vida, en busca de mejoría para mis hijos….en busca de bienestar para la familia. No se preocupe…….ha hecho un buen trabajo abuela, los valores que sembró en mi…difícilmente puedan venir a cambiar.”
Y así emprendes tu recorrido con el progreso en el horizonte, tu maleta cargada de sueños, ambiciones, y sobre todo educación, formación y valores.
Y luchas día a día por tu familia, educas a tus hijos lo mejor que puedes y mientras lo haces, empiezas a rezarle a ellos todo lo que a ti te rezaban, refranes pintorescos acuden a tu mente hasta sin darte cuenta, dices cosas que cuando escuchabas no te hacían ningún sentido o no prestabas ninguna importancia, pero que al ahora repetirlos les das todos el sentido del mundo…tu también quieres que te feliciten por la “buena formación” de tus hijos, por su “buena crianza”. Y así, en el medio de ese recorrido de la vida, de repente miras y te vez en un lago de Estados Unidos, en cuclillas, frente a una olla de spaghetti color mamey con trozos de salchichón y dos o tres ruedas de pan, en traje de baño y chancletas, con una cerveza en la mano y varias ya encima. Ligeramente alzas la vista para contemplar el panorama que te rodea, y recuerdas a tu abuela……..miras a tus hijos, mojados y llenos de arena, renegridos por el sol y haciendo cola para el próximo turno al tubo. Y ahí, en ese preciso momento te das cuenta……..no importa cuanto estudies o te refines, cuan lejos de tu país te encuentres, en esa maleta también echaste tu cultura, tu identidad…esa difícilmente puedan venir a robar.
El ciclo de la vida continua, creces y te casas y tu abuela esta feliz por la formación que te brindó. Porque hasta en el momento que decidiste emigrar de esa isla pequeña, pero encantadora…se sintió segura de ti.
“Abuela, me voy…..si, me voy a Estados Unidos…en busca de buena vida, en busca de mejoría para mis hijos….en busca de bienestar para la familia. No se preocupe…….ha hecho un buen trabajo abuela, los valores que sembró en mi…difícilmente puedan venir a cambiar.”
Y así emprendes tu recorrido con el progreso en el horizonte, tu maleta cargada de sueños, ambiciones, y sobre todo educación, formación y valores.
Y luchas día a día por tu familia, educas a tus hijos lo mejor que puedes y mientras lo haces, empiezas a rezarle a ellos todo lo que a ti te rezaban, refranes pintorescos acuden a tu mente hasta sin darte cuenta, dices cosas que cuando escuchabas no te hacían ningún sentido o no prestabas ninguna importancia, pero que al ahora repetirlos les das todos el sentido del mundo…tu también quieres que te feliciten por la “buena formación” de tus hijos, por su “buena crianza”. Y así, en el medio de ese recorrido de la vida, de repente miras y te vez en un lago de Estados Unidos, en cuclillas, frente a una olla de spaghetti color mamey con trozos de salchichón y dos o tres ruedas de pan, en traje de baño y chancletas, con una cerveza en la mano y varias ya encima. Ligeramente alzas la vista para contemplar el panorama que te rodea, y recuerdas a tu abuela……..miras a tus hijos, mojados y llenos de arena, renegridos por el sol y haciendo cola para el próximo turno al tubo. Y ahí, en ese preciso momento te das cuenta……..no importa cuanto estudies o te refines, cuan lejos de tu país te encuentres, en esa maleta también echaste tu cultura, tu identidad…esa difícilmente puedan venir a robar.
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